“El arte es buscarse permanentemente a través de un espacio blanco que es sumamente armónico que hay que transgredir. Es una radiografía del que lo hace.” Así definió Jorge Tapia, nacido en 1940, el sentido de su oficio en un documental de la Academia Nacional de Bellas Artes. “La pintura es el plano, donde transcurre el color. El dibujo es la línea. Prácticamente es un invento, no existe, corre por un espacio y bailotea libremente. Es fascinante. La línea es más de allá, el plano es más de acá. El dibujo me coloca más fácilmente más allá de las cosas”, agregó. En sus comienzos y, bajo la influencia de su maestro Víctor Chab, el estudio lo fue llevando a identificarse con el goticismo nórdico, pero fueron las obras de Giuseppe Arcimboldo primero y, luego, de Max Ernst, aquellas que lo marcaron. Obtuvo innumerables distinciones, como el premio de honor Ver y Estimar (1964), el premio Marcelo de Ridder (1974), el gran premio de honor de dibujo del Salón Nacional (1983), premio Salón Municipal Manuel Belgrano (1994) y el premio Alberto Trabucco (1997).