Aunque nacido en España (Gerona, 1911), llegó a Buenos Aires en su infancia, donde se formó y desplegó su múltiple creatividad como pintor, grabador, escultor, escenógrafo, ilustrador de libros de poesía, etc. Mientras hacía sus primeros estudios sobre mecánica y tinturas en una escuela industrial, su tío José Planas Casas lo orientó hacia las artes plásticas. A los quince años se dedicó al grabado en metal, como punto de partida de su arte personalísimo, fantástico y visionario, fruto al mismo tiempo de una cuidada artesanía y, de hondas resonancias metafísicas. Alguna vez explicó que a causa de un accidente en el que se clavó un hierro en la frente comenzó a sentir un “tercer ojo” con comunicaciones premonitorias sobre otros mundos, por lo que sus cuerpos geométricos y sus rostros piramidales “no me pertenecen, han sido dictados por ellos”, en una actitud más de médium que de artista. De allí el automatismo que desplegó a lo largo de toda su producción, tan vasta como enigmática, que no descarta la influencia de la filosofía zen, la “Orgonomía” de Wilhelm Reich, y el psicoanálisis. En 1936 realiza sus “Radiografías paranoicas”, y en 1939 su primera exposición individual, a la que fue agregando series de títulos tan sugestivos como “Los misterios”, “El ángel y el fuego”, “El Tibet”, “El Ampurán”, “Imagen persistente de Yocasta”, etc. Entre 1946 y 1950 realiza sus “Noicas” (figuras femeninas), al mismo tiempo que sus murales (Sociedad Hebraica Argentina en 1945, Teatro Municipal San Martín en 1960). Catalogado como surrealista y neorromántico, participó en más de quinientas muestras colectivas. En 1959 el Museo Nacional de Bellas Artes expuso una muestra con 106 obras suyas. Un año más tarde la Academia Nacional de Bellas Artes le otorga el Premio Augusto Palanza. Fallece en Buenos Aires en 1966.