Nació en Buenos Aires el 5 de abril de 1901 y falleció en Adrogué el 10 de agosto de 1969. Comenzó a trabajar junto a su padre fotógrafo, en Galería Witcomb. Estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes siendo sus docentes Pío Collivadino, Carlos Ripamonte, Rogelio Yrurtia y Fernando Fader. Realizó 18 muestras individuales, la mayoría de ellas en Galería Witcomb. Concurrió durante más de 15 años al Salón Nacional, salones de Santa Fe, Rosario, La Plata y Mar del Plata. En 1947 instaló su taller en Adrogué, zona sur del Gran Buenos Aires y recorrió esas calles y pintó sus árboles, sus casas, su nostalgia. Destacado retratista, en sus fieles retratos al carbón y pastel supo arrancar de sus modelos las facciones y características de forma, la expresión en su mirada, el rictus de sus labios, la identificación distintiva de su nariz y el cabello como marco de identidad. Supo obrar con total libertad y frescura en la composición de sus cálidos y sensibles paisajes de nuestro país, que recorrió en todas sus dimensiones. Las pinceladas sueltas, ágiles, fuerte empaste, caracterizan tanto una capillita perdida en un enclave cordobés, como un yermo paisaje patagónico, un enmarañado bosque del Delta, un largo caminito jujeño o un trajinado puerto de nuestro antepasado Riachuelo. Sus cielos, desde un transparente celeste como fondo de una montaña salteña pasando por un plomizo en ondulaciones tandilenses llega a borrascosos nubarrones en la llanura pampeana para plasmar con riguroso análisis un ámbito para cada situación. En este artista, tal vez no reconocido merecidamente por la crítica, se conjuga la calidez de un pintor humanístico con la capacidad técnica de un experimentado profesional de larga data. Incursionó en la abstracción sensible con la misma pincelada libre y espontánea con la que realizó los innumerables paisajes, César Ariel Fioravanti. Página Manuel Francisco Yglesias.